Quienes Somos – San Juan Bosco

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Nace en agosto de 1815 en I Becchi, caserío de Castelnuovo d´ Asti (hoy Castelnuovo Don Bosco) diócesis de Turín, Italia. Su familia es de pobres campesinos. Queda huérfano de padre (Francisco Bosco) a los dos años. Su madre Margarita Occhiena lo saca adelante con inteligencia y energía. Le enseña a trabajar la tierra y a ver a Dios en la naturaleza, la vida y el trabajo cotidiano.

Un misterioso sueño marca su vida a los nueve años. A los nueve años de edad, un sueño que no olvidó nunca, le reveló su vocación: En aquel primer sueño, se vio rodeado de una multitud de chiquillos que se peleaban entre sí y blasfemaban; Juan Bosco trató de hacer la paz, primero con exhortaciones y después con los puños. Súbitamente apareció Jesucristo y le dijo: «¡No, no; tienes que ganártelos con la mansedumbre y el amor!» Le indicó también que su Maestra sería la Santísima Virgen, quien al instante apareció y le dijo: «Toma tu cayado de pastor y guía a tus ovejas».

Cuando la Señora pronunció estas palabras los niños se convirtieron primero, en bestias feroces y luego en ovejas. El sueño terminó, pero desde aquel momento Juan Bosco comprendió que su vocación era ayudar a los niños pobres, y empezó inmediatamente a enseñar el catecismo y a llevar a la iglesia a los chicos de su pueblo. Su camino queda orientado a la luz de este sueño. Madre e hijo ven en él una ruta a seguir. Margarita soporta trabajos y sufrimientos increíbles para lograr que su hijo llegue a ser sacerdote. Don Bosco llega a Turín en 1841, joven sacerdote de 26 años. Don José Cafasso, su director espiritual, le da este consejo: «Camina y mira a tu alrededor».

Es así como el joven sacerdote explora la miseria humana. Esta lo sacude con fuerza. Los suburbios de la ciudad estaban repletos de jóvenes, focos de vicio y de peleas, verdaderas zonas de desolación. Adolescentes ociosos y aburridos vagabundeaban por las calles listos al robo y a la pendencia. Las cárceles le causan una impresión sobrecogedora. Sale de ellas totalmente decidido: «Como sea, debo hacer lo imposible para evitar que encierren en ellas a chicos tan jóvenes». Muchos curas de entonces esperaban que los jóvenes emigrantes fueran a sus iglesias y sacristías a recibir la catequesis tradicional. Otros intentaban probar nuevas formas de apostolado, un apostolado litigante yendo directamente a fábricas y talleres, comercios y plazas. Don Bosco es uno de ellos.

El 8 de diciembre de 1841 acoge a Bartolomé Garelli, el primer chico de la calle. A los tres días tiene a nueve; y, tres meses más tarde, a veinticinco. En verano de 1842 son más de ochenta. Así es como nace el Oratorio. Pero muchos de estos muchachos no tienen a donde ir a dormir. Algunos van a los dormitorios públicos. El primer problema es el de acoger a tiempo completo a los muchachos que no tienen casa. Su primera bienhechora es su madre. Margarita, pobre campesina analfabeta, tiene entonces 59 años. Deja su casita en la aldea y acompaña a su hijo. Se encargará de la cocina y de la ropa de los muchachos. Más de uno de aquellos mismos chicos que tienen a Don Bosco como padre y maestro, quiere llegar a ser como él. Y así nace la Congregación Salesiana con el nombre de Sociedad de San Francisco de Sales. En otoño de 1853 empiezan a funcionar en Valdocco los primeros talleres. Don Bosco en persona es el primer maestro.

El 18 de diciembre de 1859 nace oficialmente la Congregación Salesiana; El 30 de julio de 1860 se ordena de sacerdote Miguel Rúa, el primer alumno de Don Bosco; En marzo de 1864 se pone la primera piedra del Santuario de María Auxiliadora en Turín-Valdocco; ocho años más tarde Don Bosco inicia otro la “Congregación de las Hijas de María Auxiliadora” (Salesianas); en noviembre de 1875 parten para América del Sur los diez primeros misioneros salesianos y ese mismo año nacen los «Cooperadores», tercera rama de la Familia Salesiana. Antes de morir, dirá el Santo a sus Cooperadores: «Sin vuestra caridad yo no hubiera podido hacer nada; con vuestra caridad hemos enjugado muchas lágrimas y hemos salvado muchas almas». Pero la obra más grande que Don Bosco deja a la Iglesia es su «Sistema de educación de la juventud».

Si alguien preguntara a Don Bosco cuál es el secreto para transformar enormes colegios en verdaderas «familias» en las que todos se quieren, y cómo hay que hacer para «estar entre los jóvenes», seguramente su única respuesta sería: “todo consiste en tres palabras: razón, religión y cariño (amabilidad), elementos que constituyen su método educativo al que llama «preventivo». Cuando en vez de amenazar se razona; cuando el verdadero «dueño de la casa» es Dios; y cuando no se siente miedo, sino que todos se quieren, entonces nace la familia”. Don Bosco muere al amanecer del 31 de enero de 1888. A los salesianos que están en torno a su lecho les dice sus últimas palabras: » Sean hermanos. Hagan el bien a todos, el mal a nadie… Digan a mis muchachos que los espero a todos en el Paraíso».

Después de su muerte fueron tantos los testimonios y milagros de Dios atribuidos a Don Bosco, que el Sumo Pontífice Pio XI  lo canonizó en 1934 y en 1935 lo declaró Santo Patrono y protector de la niñez y juventud de la República Mexicana, además de ser nombrado patrono de los que difunden buenas lecturas e impresores católicos y en el siglo XX el Papa Juan Pablo II lo declaró «Padre, maestro y amigo  de la juventud».

Don Bosco supo intuir desde su niñez el llamado de Dios al servicio de los niños, jóvenes, permitiendo que su persona estuviera a disposición de cada uno de sus chicos y de ellos a todo el mundo, en el tiempo y en la eternidad. El Espíritu Santo formó en San Juan Bosco un corazón de padre y maestro, capaz de una entrega total: “Tengo prometido a Dios que incluso mi último aliento será para mis pobres jóvenes”.